La sostenibilidad es un concepto que alude a la capacidad de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. Dentro de este término, existe un concepto que ha acaparado un enorme interés en los últimos años. Hablamos, precisamente, de la movilidad sostenible.
La sostenibilidad en general es muy importante para garantizar la supervivencia y el bienestar de las personas y el planeta. Cuando llevamos a cabo prácticas sostenibles, reducimos los impactos negativos sobre el medio ambiente. Además, fomentamos la justicia social e impulsamos la prosperidad económica a largo plazo.
¿Qué es la movilidad sostenible?
La movilidad sostenible es un enfoque con el que se busca mejorar el transporte de personas y bienes mientras se minimiza el impacto negativo en el medio ambiente. Básicamente, se centra en el uso de medios de transporte limpios y eficientes.
Su principal objetivo es el de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la congestión del tráfico y la dependencia del petróleo. Además de sus beneficios para el medio ambiente, la movilidad sostenible promueve una mayor calidad del aire, una mejor salud pública y una mayor accesibilidad para todos.

Cómo practicar la movilidad sostenible
Pero, ¿cómo podemos practicar la movilidad sostenible? Pues, en realidad, muy sencillo. Estas prácticas que te proponemos a continuación son las más habituales con las que poderlo conseguir.
Transporte público
El transporte público representa la mejor solución para reducir la congestión de tráfico y las emisiones de carbono. Al utilizar autobuses, trenes y tranvías se incentiva el uso compartido de vehículos, se disminuye el impacto ambiental y se mejora la calidad del aire.
El transporte público, además, promueve la inclusión social al tratarse de un medio más accesible y asequible para diversos sectores de la población. Se trata, sin duda, de un paso más para disfrutar de una ciudad más saludable y habitable.
Movilidad activa
La movilidad activa, por su parte, consiste en desplazarse utilizando medios de transporte no motorizados (caminar, bicicleta, patinete, etc.). Al optar por un sistema de este tipo, también se reducen las emisiones de gases contaminantes y se promueve un estilo de vida más saludable.
Asimismo, la movilidad activa también descongestiona el tráfico, mejora la calidad del aire y la vida en general en las ciudades. Al caminar o andar en bici, se fomenta la interacción social, se aprecia mejor el entorno y se practica la movilidad sostenible.
Vehículos de bajas emisiones
Los vehículos de bajas emisiones emplean tecnologías limpias que reducen la emisión de gases contaminantes y contribuyen a la reducción del cambio climático. Las fuentes de energías renovables disminuyen las emisiones de dióxido de carbono y otras partículas nocivas.
Por otro lado, estos vehículos mejoran la calidad del aire en las ciudades, reducen la dependencia de los combustibles fósiles y protegen el medio ambiente. Todo ello promoviendo la innovación tecnológica y una cultura encaminada hacia la movilidad sostenible.

Vehículos compartidos
Por último, tenemos que hablar de los vehículos compartidos como una de las fórmulas más eficientes para practicar la movilidad sostenible. Una modalidad que permite que varias personas puedan utilizar un mismo vehículo para reducir los automóviles en circulación y las emisiones de gases contaminantes.
Las aplicaciones móviles, las redes sociales y diversas plataformas facilitan el acceso a estas alternativas. No en vano, en los últimos años se han vuelto muy populares y accesibles para todas las personas. Una condición que ha permitido disfrutar de una mejor planificación urbana y una mayor optimización del espacio vial.
Estas son, por tanto, algunas de las prácticas que se pueden llevar a cabo para fomentar la movilidad sostenible. Prácticas que, por otro lado, se pueden aplicar a la vida diaria de cualquier persona.